MONS.
PRADO, OBISPO DE SAN SEBASTIÁN-DONOSTIA, PRESIDIÓ LA EUCARISTÍA EN EL SANTUARIO
DE NUESTRA SEÑORA DE ARÁNTZAZU PATRONA DE GIPUZKOA, EL 9 DE SEPTIEMBRE
Dos
peticiones de D. Fernando a María “La primera, que preserve, fortalezca y
enriquezca la fe de su pueblo” (…) “que la fe que tan profundamente ha estado
tan arraigada en nuestro pueblo no decaiga, ni disminuya”. La segunda: “Le
pedimos la bendición de Dios y la protección de la madre para nuestros
familiares y nuestros allegados”. Sin olvidar la dimensión universal de esta plegaria:
“la Fiesta de la Virgen de Arantzazu es una celebración que ha de ser para
todas/os”. Y, sobre todo, pidiendo a María que “les llene de alegría a los que
están afligidos por problemas y tristezas, para los que viven con la mirada
siempre hacia abajo”.
El 9 de septiembre, fiesta de la Virgen de Arantzazu
(patrona de Gipuzkoa), se concelebró en su Santuario la Misa presidida por Mons.
Fernando Prado Ayuso, obispo de San Sebastián.
El templo mariano acogió a un numeroso pueblo junto a autoridades
de la CAV como el lendakari, Imanol Pradales, la consejera y portavoz del
Gobierno Vasco, María Ubarretxena, la presidenta del Parlamento, Bakartxo
Tejeria, la Diputado General de Gipuzkoa, Eider Mendoza, el presidente de las
Juntas Generales, Xabier Eceizabarrena, y una nutrida representación
municipal del Ayuntamiento de Oñati
Mons. Fernando Prado comenzó su homilía recordando:
“En torno a la fiesta de Nuestra Señora de Arantzazu,
muchos guipuzcoanos nos reunimos en honor a la Virgen María” y resaltaba: “Es
una bonita costumbre, pero no solo eso. Para las/os cristianas/os, viniendo a
esta misa no cumplimos sobre todo una antigua costumbre, sino que reconocemos y
celebramos nuestra fe”.
El Obispo, haciendo referencia a que la imagen de la
Virgen se encontró en un espino comentó: “Los creyentes, sabemos que, también
en medio de las espinas, en medio de las dificultades, podemos encontrar la
presencia de Dios; la presencia de María, que nos acompaña y nos sostiene. ¡Qué
diferente se viven las dificultades cuando nos sentimos acompañados en medio de
ellas!¡Qué diferente se viven las penas al lado de nuestra madre!”.
También consideraba la importancia de la fe ante la
promesa de Jesucristo a permanecer con sus discípulos hasta el final de los
siglos: “Nosotros también sufrimos amarguras y disgustos. Desgracias que
ensombrecen el corazón y oscurecen el porvenir que nos hacen pensar que no hay
salida. Errores, molestias e impedimentos que nos ralentizan la esperanza. Pero
somos creyentes y creemos en la promesa del Señor. Yo, siempre, estaré con
vosotras/os. Estoy y estaré con vosotras/os hasta el final de este mundo. Esa es
nuestra fe: que el Señor siempre estará con nosotros”.
Aludió también a la naturaleza que rodea el Santuario
y ayuda a experimentar la grandeza y poder de Dios y el templo que ayuda a
sentirse como en casa de la Madre:
“Al celebrar nuestra fe en Arantzazu, fortalecemos la propia de cada uno.
Arantzazu es un lugar donde se experimenta más fácilmente si cabe la proximidad
de Dios, en medio de una naturaleza que nos habla de la grandeza y el poder de
Dios. Un espacio en el que nos sentimos como en casa de la Madre. Nos sentimos
bien. No dejemos de venir aquí a renovar nuestra fe. Bien sabemos que Arantzazu
es un lugar privilegiado para hacerlo. Aquí los guipuzcoanos, y las
guipuzcoanas, recibimos la gracia de encontrarnos con Él con mayor verdad, con
mayor intensidad, con mayor profundidad”.
El Obispo de San Sebastián, mientras finalizaba su
homilía, manifestó dos peticiones a la Virgen: “La primera, que preserve,
fortalezca y enriquezca la fe de su pueblo” (…) “que la fe que tan
profundamente ha estado tan arraigada en nuestro pueblo no decaiga, ni
disminuya”. La segunda: “Le pedimos la bendición de Dios y la protección de la
madre para nuestros familiares y nuestros allegados”. Animaba también a no olvidar la dimensión
universal de esta plegaria: “la Fiesta de la Virgen de Arantzazu es una
celebración que ha de ser para todas/os”. Y, sobre todo, pidiendo a María que “les
llene de alegría a los que están afligidos por problemas y tristezas, para los
que viven con la mirada siempre hacia abajo”.
Mons. Prado Terminó su homilía dirigiéndose a la
Comunidad Franciscana: “Cuando venimos aquí, todas/os nos sentimos parte de la
casa. Realmente, gracias a vosotros, nos sentimos en casa de la Madre”.
Finalmente se refirió a los numerosos asistentes con estas palabras: “Compartir
la fe, fortalece la de cada uno. Sois un testimonio de fe y de esperanza para
nuestra diócesis, para nuestra querida Gipuzkoa y, para este obispo que os
quiere y reza por vosotras/os”.
Informó: Rafael Hernández Urigúen
Redacto de Omnes Magazine en el País
Vasco
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