PORQUE
TÚ LO VALES
EL MENSAJE DE MONS. FERNANDO PRADO
AYUSO A LA DIÓCESIS DE DONOSTIA SAN SEBASTIÁN CON OCASIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL
DE LOS POBRES
El
domingo 20 de noviembre, el mensaje del Obispo de San Sebastián apareció en uno
de los medios de comunicación con mayor tirada en Gipuzkoa y en la
página de “Alfa y Omega” (https://alfayomega.es/porque-tu-lo-vales/)
En el texto publicado por el periódico
local Mons. Prado mostraba gráficamente el contraste entre las
preocupaciones habituales de una ciudad volcada en el turismo y la presencia
evidente de los pobres
“…en
nuestra Bella Easo, y en muchos pueblos grandes y pequeños de nuestra provincia
de Gipuzkoa, hay gente que vive en el margen (o quizá ya en la otra orilla, sin
retorno), que duerme entre cartones, pasa frío, no se puede duchar o ir al
servicio con comodidad. El diagnóstico de las instituciones de nuestro entorno
que trabajan con las personas pobres es unánime: mientras la llamada al
bienestar sube cada vez más de volumen, el volumen del que vive en la pobreza
se silencia cada vez más”.
El
Obispo de San Sebastián reconociendo el esfuerzo que tanto las instituciones
públicas como las eclesiales y los voluntarios ponen al servicio de los pobres,
señalaba que es preciso hacer más: “no es suficiente. Se puede hacer más. Es
cuestión de prioridades·.
Otro
acento en el mensaje de Mons. Prado recuerda la específica misión de la Iglesia
en la atención a los pobres que no ha de confundirse con las ideologías: “No
olvidemos tampoco que en la Iglesia no hacemos nunca nada, ni tampoco servimos
a los hermanos necesitados desde una ideología, o por una ideología política.
Lo hacemos desde la fe e iluminados por el Evangelio de Jesús”.
Se
transcriben a continuación las palabras del mensaje publicado en el periódico
local
PORQUE
TÚ LO VALES
Celebramos
este domingo una nueva Jornada Mundial de los Pobres. Convocados por el Papa
Francisco bajo el lema bíblico No apartes tu rostro del pobre (Tb 4, 7), la
Iglesia nos invitó a todos, también a los no creyentes, a tomar nueva
conciencia de que hay personas con rostro, con historia, con corazón, a las que
no deberíamos nunca apartarles la mirada.
En
el día de mi ordenación episcopal hablé de ellos. Son los que no hacen
historia, los que no forman parte de la historia. Todo lo más, a veces forman
parte de alguna crónica en los periódicos, generalmente de la crónica negra.
Nos cuesta mirarlos. Algunos se recogen por las noches, después de rebuscar
algo que comer en los contenedores de basura, para refugiarse en algún cajero,
algún recoveco, algún portal de nuestras casas o algún atrio de nuestros
templos. Otros buscan algo de calor y compañía en los escasos albergues que
tienen a su disposición. Son los que no cuentan.
Nuestra
vida ciudadana está preocupada, generalmente, por cosas que nos parecen más importantes.
Tenemos el foco puesto en nuestras ideas de país, en nuestro equipo de fútbol y
en nuestras aficiones. También nos preocupa que acaben cuanto antes las
molestas obras en nuestras calles, para poder ver cómo las plazas de nuestros
pueblos o cómo nuestra Bella Easo resplandece ante los ojos de todo el mundo.
En esto también invertimos muchas energías, pasiones y no poco presupuesto
público.
Pero
la verdad es que en nuestra Bella Easo, y en muchos pueblos grandes y pequeños
de nuestra provincia de Gipuzkoa, hay gente que vive en el margen (o quizá ya
en la otra orilla, sin retorno), que duerme entre cartones, pasa frío, no se
puede duchar o ir al servicio con comodidad. El diagnóstico de las
instituciones de nuestro entorno que trabajan con las personas pobres es unánime:
mientras la llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, el volumen del
que vive en la pobreza se silencia cada vez más.
Pero
por mucho que miremos para otro lado, ahí están. Cáritas, en sus cualificados
informes, señala que los que piden ayuda han cambiado de perfil. No son
números, son personas. Las personas que demandan nuestros servicios son,
preocupantemente, cada vez más jóvenes y tienen un rostro más femenino. Un
pequeño ejército unos mil voluntarios de Cáritas en toda Gipuzkoa, junto con
muchas otras personas que espontáneamente ayudan desde iniciativas ciudadanas,
ven que el rostro de los que nos necesitan es cada vez más multicolor.
La
labor de estos voluntarios, por cierto, es encomiable. ¡Les debemos tanto! No
solo por su servicial y desinteresada entrega. Lo que más conmueve es lo que
dicen con lo que hacen. Cada cosa que hacen por los que están al otro lado les
comunica: tú lo vales, tú tienes dignidad. Y eso se lo están diciendo a ellos
directamente y también a nosotros que, como ciudadanos, necesitamos escuchar
una y otra vez ese clamor por la dignidad. Si de algo estoy convencido es de
que restablecer o tutelar la dignidad de los más débiles contribuye a la
fraternidad humana y salvaguarda la imagen de Dios impresa en cada persona.
Nuestras
instituciones eclesiales no llegan. Las iniciativas ciudadanas tampoco. No se
nos puede exigir más. A las instituciones civiles, sean del color que sean, sí.
Cada pobre que vemos en nuestras calles nos habla de los límites de nuestras
instituciones públicas. Me consta que muchos de nuestros políticos y
gobernantes en nuestra ciudad y en nuestros pueblos están en esta onda de
compromiso y no miran para otro lado. Hay que darles las gracias por lo que
hacen, ciertamente, pero también hay que decirles: no es suficiente. Se puede
hacer más. Es cuestión de prioridades.
A
nuestros queridos diocesanos, especialmente, quisiera decirles que, aunque no
siempre esté a nuestro alcance la solución de los problemas de los
desfavorecidos, no podemos dejar de recordarnos e insistir en que la atención a
los pobres es una gloria de la Iglesia, un signo que la sociedad reconoce y
valora. Es evangelizar sin palabras. Una Iglesia lejana a los pobres sería
opaca, poco creíble, porque no reflejaría el amor de Jesucristo por los
últimos. Nunca lo olvidemos.
No
olvidemos tampoco que en la Iglesia no hacemos nunca nada, ni tampoco servimos
a los hermanos necesitados desde una ideología, o por una ideología política.
Lo hacemos desde la fe e iluminados por el Evangelio de Jesús. Benedicto XVI
dijo en cierta ocasión que «si la Iglesia comenzara a transformarse
directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia,
sino que haría menos, porque perdería su independencia y su autoridad moral,
identificándose con una única vía política y con posiciones parciales
opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres, precisamente,
al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido».
(Ceremonia de apertura de la Conferencia de Aparecida, 2007).
Esta
es la mirada que fundamenta todo discurso sobre la dignidad. Esa que no aleja
el rostro del pobre, sino que, más allá de nuestras ideas, o de lo mucho o poco
que hagamos, le dice: tú lo vales.
Informó: Rafael Hernández Urigüen,
Redactor de Omnes Magazine.
Imagen: Diócesis
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